Hace unos años el LED comenzó su penetración en los mercados. Primero con paso lento que pronto se convirtió en trote y luego en una carrera por convertirse en la principal fuente de iluminación. Según EnergyStar, el LED representaba en el 2012 apenas el 1% de las ventas del mercado frente al 60% de los incandescentes, cinco años después ya representaba un 30% mientras que los incandescentes habían descendido a un 10%. Cada espacio que el LED gana en el mercado implica una mayor producción de lámparas y, con el tiempo, también un mayor desecho de éstas.
Si bien los LEDs han logrado superar por mucho en eficiencia energética a las fuentes tradicionales su producción y posterior desecho conllevan siempre una huella ecológica. Dado que la producción de luminarias LED se ha incrementado a millones de unidades, es importante ver cómo disminuir el impacto ambiental que su producción y desecho conlleva.
Hay que plantear el reciclaje de los LEDs como una medida para disminuir su impacto ambiental. El 95% de los componentes de estos equipos son potencialmente reciclables. Sin embargo, hacerlo no está exento de dificultades, las luminarias LED están compuestas de muy diversos elementos lo que dificulta su procesamiento. A su vez, por la cualidad misma de sus componentes, y si la tecnología LED busca perdurar, su reciclaje puede que incluso sea un paso necesario. Su implementación ya es un avance en la cuestión ambiental, ya que no contiene mercurio como sí lo tienen las lámparas fluorescentes.
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