Las investigaciones muestran que los adolescentes necesitan dormir alrededor de nueve horas cada noche para afrontar con energía las tareas de cada día. Sin embargo, si un joven tiene que levantarse a las seis de la mañana para poder entrar en la escuela a las ocho, quiere decir que tendría que acostarse a las nueve de la noche para tener el descanso que su cuerpo necesita. Y esto considerando que nada más meterse en la cama se durmiera.
La relación entre la luz y el cuerpo humano se regula a través de los ciclos circadianos, que se alteran al entrar en la adolescencia a causa de los numerosos cambios biológicos que experimentan.
Si durante el día los adolescentes pasan horas en una misma aula, con una iluminación monótona, constante, y -en muchos casos- insuficiente y durante las horas de oscuridad siguen expuestos a luz azul, proveniente de televisores, tabletas y teléfonos móviles, es normal que su cuerpo acabe perdiendo su ciclo circadiano.
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