La vida en la Tierra evolucionó a partir del día y la noche. Plantas y animales, incluidos insectos como la mosca de la fruta, tienen un reloj biológico que controla sus ritmos circadianos; esto lo demostraron los ganadores del premio Nobel de Medicina. Sin embargo, la creciente dependencia del humano a la iluminación artificial ha modificado estos ritmos1.
Por más de un siglo, fuentes de luz incandescentes han sido útiles para el ser humano. Estas lámparas eran baratas de producir, eliminar y fáciles de atenuar. Su espectro continuo incluye la mayoría de colores del arco iris, lo que resulta muy parecido a una puesta de Sol. Pero, estas fuentes tuvieron sus problemas.
En la década de 1990, algunos investigadores culparon a la iluminación eléctrica de cambiar el ritmo natural de nuestros patrones de sueño: de dos fases de cuatro horas, interrumpidas por una hora de vigilia, a una sola de ocho horas cada noche. Cabe señalar que las lámparas incandescentes utilizan mucha energía y los políticos se preocuparon por cómo ello contribuye al calentamiento global. En 2005 dicha iluminación consumió alrededor de una quinta parte de la energía mundial.
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