Desde la introducción de la tecnología LED no solo el consumo de energía de la iluminación se ha reducido de forma sustancial, sino que también se trata de una fuente de luz versátil que en la actualidad es omnipresente en todo tipo de aplicaciones donde se necesite luz. A pesar todo los avances producidos en esta tecnología de iluminación en estado sólido, diseñar un LED blanco con las especificaciones correctas sigue siendo un proceso tedioso de “prueba y error”. Así lo consideran investigadores de la Universidad de Twente, que junto con la Universidad Tecnológica de Eindhoven y la compañía de iluminación Signify han conseguido demostrar un principio de diseño que reduce drásticamente el tiempo necesario para diseñar un LED blanco: de horas a segundos, mejorando así el rendimiento y la reducción de costes. Los investigadores han presentado su método en un paper publicado en la revista científica ACS Photonics de la American Chemical Society.
Gracias a la invención del LED azul, ganadora del Premio Nobel en 2014, se hizo posible la producción de un LED Blanco. Esta nueva fuente de luz se hizo rápidamente popular por su eficiencia energética, estabilidad mecánica y larga vida útil. Para una determinada aplicación de iluminación, es necesario tener en cuenta la intensidad de luz y la eficiencia de los LED, pero también es fundamental la combinación específica de colores que forman la luz blanca, el llamado punto de color. Alcanzar el punto de color deseado todavía se realiza en la actualidad haciendo coincidir medidas y simulaciones hasta que encajen. Se trata de un proceso lento que utiliza el llamado “ray tracing”: en esto, la experiencia del diseñador es más importante que un diseño sistemático.
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