Entre las múltiples aplicaciones del grafeno, una lámina de átomos de carbono con propiedades conductoras y mecánicas extraordinarias, figura la fabricación de sensores. Estos transforman los parámetros ambientales en señales eléctricas que se pueden procesar y medir con una computadora.
Debido a su estructura bidimensional, los sensores basados en grafeno son extremadamente sensibles y se espera que, en el futuro, ofrezcan un buen rendimiento con costes de fabricación muy bajos.
Para lograrlo, se necesita que el grafeno realice contactos eléctricos eficientes cuando se integra con un circuito electrónico convencional. Estos contactos correctos son cruciales en cualquier sensor y afectan significativamente a su rendimiento.
Pero surge un problema: el grafeno es sensible a la humedad, a las moléculas de agua del aire circundante que se adsorben en su superficie. Las moléculas de H2O cambian la resistencia eléctrica de este material de carbono, lo que introduce una señal falsa en el sensor.
Sin embargo, científicos suecos han comprobado que cuando el grafeno se une al metal de los circuitos electrónicos, la resistencia de contacto (la parte de la resistencia total de un material debida al contacto imperfecto en la interfaz) no se ve afectada por la humedad.
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